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Judiciales

Aportaron nuevas pruebas por el crimen de Constantino Razzetti

Un personal civil de inteligencia organizó la Cena del Triunfo, previa al asesinato, el 13 de octubre de 1973.

El crimen de Constantino Razzetti, dirigente peronista de Rosario, sigue siendo uno de los episodios más tristes y oscuros de la historia reciente de Argentina. El atentado, perpetrado por un comando de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) la madrugada del domingo 14 de octubre de 1973, fue uno de los primeros actos de terrorismo de Estado de esta organización de ultraderecha que actuó durante la década del 70. Ahora, según una prueba documental aportada a la causa judicial por un testigo de identidad protegida, se descubrió que el crimen habría sido organizado en parte por un personal civil de inteligencia (PCI) infiltrado en la Tendencia Revolucionaria, una de las corrientes del peronismo en la época.

Vale recalcar que que hace un mes el tribunal de alzada revocó el fallo del juez Marcelo Bailaque, que sobreseía al exsenador nacional y al militante Eduardo Aguilera. En esa oportunidad el fiscal Adolfo Villate, de la Unidad de Derechos Humanos, apeló el sobreseimiento de Luis Rubeo padre y de Aguilera y en un párrafo de su extensa presentación critica el fallo del juez federal de Rosario Marcelo Bailaque, quien había negado la existencia de la Triple A en ocasión del crimen del vicepresidente del Banco Municipal de Rosario, Constantino Razzetti, ocurrido luego de una cena del peronismo en un club del barrio Alberdi el 14 de octubre de 1973.

Constantino Razzetti era un reconocido dirigente del peronismo en los primeros años de la década del 70, especialmente por su trabajo en la Juventud Peronista. Fue uno de los invitados especiales a la Cena del Triunfo, que celebraba la vuelta de Juan Domingo Perón al país después de 18 años de exilio y su victoria en las elecciones de 1973. En esa cena, Razzetti pronunció un discurso en el que destacó el papel de la juventud peronista durante el exilio de Perón y criticó a los traidores y burócratas sindicales. Esto no cayó bien entre los integrantes del Sindicato de la Carne, que estaban presentes en la cena y que lo miraron con desagrado.

Después de la cena, Razzetti y su familia llevaron en su auto a Anita Fared de Mancilla y a su esposo hasta su casa en el centro. Según el relato de Carlos Razzetti, hijo de la víctima, este hecho habría sido parte del plan de los asesinos para demorar a su padre. Cuando llegaron a su casa, en San Lorenzo al 2600, Razzetti bajó a su esposa y a su hijo, pero fue asesinado por los integrantes de un grupo de la Triple A, que le dispararon por la espalda y lo dejaron muerto al lado del auto.

Después del crimen, Carlos Razzetti se acercó al juez de la causa, Raúl Iturraspe, para pedir justicia, pero recibió una respuesta desalentadora. El juez le dijo que dejara de remover el caso porque era un “fierro caliente”. Carlos Razzetti fue detenido y desaparecido durante varios meses en el centro clandestino que funcionaba en la Jefatura de Policía de Rosario.

Ahora, décadas después, se descubrió que el crimen de Constantino Razzetti habría sido organizado en parte por un personal civil de inteligencia (PCI) infiltrado en la Tendencia Revolucionaria, una de las corrientes del peronismo en la época. Esta información fue aportada por un testigo de identidad protegida, y fue incorporada a la causa judicial que sigue abierta.

“A los dos días del crimen de mi viejo bajaron a Rosario el coronel Jorge Osinde (entonces secretario de Deportes del Ministerio de Bienestar Social de la Nación, uno de los responsables de la masacre de Ezeiza en la vuelta del general Perón el 20 de junio de 1973) y otros cuatro integrantes de la Triple A, que vinieron a apretar al juez, al intendente y al presidente del Banco (Municipal de Rosario)”, recuerda Carlos Razzetti, quien luego concurrió a hablar con el juez de la causa, Raúl Iturraspe. El juez me dijo: “Pibe dejá de remover esto porque es un fierro caliente”. “Entonces lo reputié y me fui”, cuenta Razzetti, quien luego fue detenido y desaparecido durante varios meses en el centro clandestino que funcionaba en la Jefatura de Policía de nuestra ciudad.

Por esos días la Triple A imprimió y repartió un volante donde sindicaban al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) como autores del crimen de Constantino Razzetti. “Entonces un comando del ERP secuestró a Pedro Saucedo, un integrante de la patota del Sindicato de la Carne, al que apretaron y le preguntaron quién había matado a mi viejo y él les contó que habían sido ellos. Raúl Silva y Ricardo Tetamanti, dos estudiantes de la Facultad de Humanidades e integrantes del ERP, me llevaron hasta la casa donde tenían secuestrado a Saucedo, en el piso de un Peugeot 404 blanco, con los ojos vendados, con el que dieron un montón de vueltas hasta que me bajaron en el lugar donde lo tenían. Me llevaron hasta una pieza donde Saucedo estaba sentado en una silla, atado, con una estrella del ERP pintada en la pared. Ahí pude hablar con él y le pregunté quiénes habían matado a mi viejo, y me contó lo mismo. Se notaba que no le habían pegado, y después lo liberaron”, confió Razzetti una de sus investigaciones.

“Al poco tiempo Raúl Silva y Ricardo Tetamanti fueron asesinados en un atentado que hicieron en (avenida) Uriburu y España, pero que jamás fue investigado. En ese ataque participaron policías y miembros del Sindicato de la Carne. Los hirieron en ese operativo y los llevaron a la comisaría, donde murieron”, recordó Razzetti.

“Lo extraño de este caso es que los dos crímenes no fueron investigados por la Justicia provincial ni por la Federal. Cómo habrá sido que la madre de Silva, que habló de su Vía Crucis, movió cielo y tierra para que le dieran el cuerpo de su hijo, pero cuando se lo entregaron era el de Tetamanti. Algo que no me extraña por las barbaridades que hacían las fuerzas armadas y la Triple A en esa época”, abundó Razzetti.

Como en una película, Razzetti recuerda que luego sufrió un atentado, del que se salvó de milagro: “Después de eso un día iba con mi Renault 4S bordó por Wheellright y España, cuando estaba el paredón del ferrocarril, y me balearon desde un Chevy verde manzana, era el “Zorro” (Eduardo) Aguilera, uno de los integrantes de la patota del Sindicato de la Carne.

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