Milei redobla la apuesta en medio del desconcierto opositor

El inicio de las sesiones ordinarias coincide con el inicio de “la nueva Argentina” por la que brega el nuevo presidente. Milei hace de lo inédito una constante. Le dio al acto de apertura la impronta que tiene su equivalente estadounidense, el State of The Union. Por primera vez se realizó por la noche y no al mediodía, habló desde un atril y no desde el escritorio del presidente de la Cámara de Diputados y hasta mencionó la primera apertura realizada por Menem como Estado de la Unión. Parecen nimiedades, gestos hacia EE.UU. pero son lo más cerca que estuvo de esbozar una declaración relacionada a las relaciones de Argentina con el resto del mundo. De hecho, también fue la primera vez desde el retorno de la democracia en el que un discurso de estas características no contiene una sola mención a la causa Malvinas.

La primera parte del discurso refritó lo expuesto por Milei en las escalinatas del Congreso tras su asunción. Volvió a exponer su idea madre: el estado es una asociación criminal, motorizada a base de coimas e intereses personales, lo cual fundamenta el vaciamiento del estado desde su punto de vista. Atacó directamente a los líderes de la oposición dura, Massa, Moyano, Grabois, CFK, y no tan dura, Gerardo Morales y demás radicales. Tampoco faltó la carga contra los sindicatos por su freno a las reformas laborales. Pese a la batería de agresiones, Milei se sigue cuidando de no atacar a la Justicia, que fue en definitiva la que frenó las reformas del DNU, y que será en última instancia la que aprobará o rechazará los decretos mediante los cuales pretende gobernar. Esta semana confesó al Financial Times que con esta composición legislativa le va a ser difícil aprobar leyes.

El primer mandatario anunció también que su prédica anti-casta se convertirá en un proyecto de ley con el mismo nombre. Reformas y limitaciones en detrimento de los sindicatos y los partidos, en favor de lo que él llamó “mayoría silenciosa, sin intendentes ni gobernadores, pero con convicción”. Es una forma de acentuar aún más la polarización entre lo nuevo y lo viejo, lo que traerá prosperidad y lo que ya ha fracasado. El desafío para los sectores amenazados será sortear esta grieta.

Sobre el final, Milei ofreció un “pacto de mayo” a los gobernadores, con 10 puntos previamente firmados por él. El presidente, al parecer, tuvo un acercamiento a la realidad política y comenzó a reconocer los límites de su ejercicio de poder. Sin embargo, la propuesta no parece honesta. Él mismo reconoció ante los periodistas que no confiaba en los gobernadores pero que hacía una apuesta por ellos, apelando a su entendimiento. Su praxis realpolitikera no deja de ser extraña.

En la semana había surgido una suerte de empoderamiento de los gobernadores tras el enfrentamiento entre Torres y Milei. Hoy pareciera que su poder se licuó, ya que, pese a las agresiones, el grupo de caudillos de Juntos por el Cambio mostró predisposición al acuerdo, en sintonía con Mauricio Macri. Los mandatarios provinciales también gobiernan, pagan salarios y administran la economía de sus territorios. Milei es consciente de que sus apuros no son los mismos que los de los legisladores, por eso saltea a estos últimos para buscar apoyos.

¿Qué beneficios traería para las partes el mentado pacto a firmarse en la ciudad de Córdoba?

Los Gobernadores obtendrían tranquilidad en el corto plazo si se les otorga el famoso “alivio fiscal” a las provincias, llevarían gobernabilidad y calma a sus tierras y sentarían el precedente de que el que llora si mama. En el largo plazo, los alcances de la reestructuración de la economía no son dimensionables. El trueque “plata por reformas” puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Brete en el que parecen encerrados hace tiempo los líderes que más evocan una reivindicación “federal” desde el interior. La discusión de la Ley Ómnibus evidenció esta falencia, cuando los gobernadores intentaron negociar baja de retenciones a cambio de una transformación radical del país con la que, a priori, no comulgan.

Para el Gobierno Nacional la ecuación parece más sencilla pero la jugada no está exenta de riesgos. Su invitación es a subirse a la ola que él comenzó, difícil que haya lugar para todos. El responsable de una transformación exitosa no puede ser otro más que él, ya que cuesta imaginar un futuro inmediato en el que cese las hostilidades con el resto del sistema. Milei es consciente de los riesgos, asumió en la asamblea que está dispuesto a pagar el costo político de su accionar, aun cuando lo condene al ostracismo. Nuevamente hace alarde de su coraje para enfrentarse a todo el sistema político, hoy en estado frágil.

La otra gran incógnita recae sobre el peronismo. Días atrás Cristina Kirchner instó a través de un escrito a la apertura hacia reformas, entendiendo la voluntad de cambio del electorado. Desde el bloque de Unión por la Patria, el rechazo al discurso de Milei fue contundente y es difícil imaginar a un peronismo amigable con el cambio. No parece tener para este momento una oferta de cara a la sociedad que permita reconciliarse con su electorado perdido. Pesa sobre ellos otro dilema: ¿cómo ser oposición a Milei sin ofrecer más de lo mismo que ya fue rechazado por la sociedad?