Un Gran Hermano, pero sin consentimiento. Días atrás, un santafesino alquiló una casa en Buenos Aires con el objetivo de celebrar con sus amigos la culminación de un Posgrado. Lo que no sabía era que por 72 horas iba a hacer observaciones por una persona, la dueña de la propiedad, quien a través de una empresa tenía su inmueble en el mercado de casas de fin de semana.
“El jueves a la noche hicimos un asado y después vinieron cuatro amigos del máster. Teníamos música de fondo con un parlante. De golpe, nos llega un mensaje de la dueña diciendo ‘me avisó una vecina que están haciendo una fiesta, se tienen que ir ahora de la casa’. Le dijimos a la gente que se vaya”, relató Juan Pablo García, de 34 años.
Al día siguiente, los inquilinos ordenaron la casa por la comida de la noche anterior e hicieron un comentario, en tono de broma según ellos, sobre que iban a desconectar las cámaras de seguridad que estaban a la vista. “Nos llega un mensaje diciendo ‘che ahí los escuché diciendo algo de que van a desconectar las cámaras'”, contó el muchacho. En ese momento, el grupo advirtió que la mujer -que vive en Alemania y tiene su casa para alquileres- no sólo los veía, sino que escuchaba sus conversaciones privadas.
Por si todo eso fuera poco, el último día de estadía Juan Pablo y sus amigos regresaron de un bar y volvieron a hacer una broma sobre las cámaras del lugar. “Uno de los chicos dijo medio en joda ‘¡hay Carmencita!, ¡hay Carmencita!’, como diciendo ‘¿nos estará escuchando?”, en referencia a la dueña.
A la mañana siguiente, la mujer les envió otro mensaje en donde les reclamaba que se habían estado “burlando” de ella. “Ahí di dijimos ‘pará, ¿qué le pasa a esta?’. Dijo que a las 11 nos teníamos que ir y le pedimos que nos espere hasta las 11.15 para ordenar”, contó el joven al medio AIRE.
“Antes de irnos, le mandamos las fotos de los ocho dormitorios para decirle ‘mirá, está todo bien, un poco desordenada la cocina’. Le dije que la pasamos muy mal porque nos sentíamos espiados. Esto no sé si no es un delito penal y ahí nos dijo ‘bueno y ustedes se van tarde”, relató Juan Pablo. El inquilino y sus amigos dejaron la casa a las 11.40.
Para finalizar la mala estadía que pasaron, cuando el grupo de muchachos regresaba a sus casas, la empresa Airbnb les envió un mensaje en donde les avisaba que la dueña, Carmen, les pedía 70 mil pesos por haberse ido más tarde de la casa. “Nos mandó fotos de cosas rotas y no habíamos roto nada, nos pedía una fortuna de plata”, finalizó.
