La comunidad educativa de una escuela primaria de la zona oeste de Rosario atraviesa momentos de angustia y agotamiento tras sufrir cuatro robos en apenas diez días, que dejaron al edificio sin suministro eléctrico, sin agua, sin internet y con graves dificultades para brindar el servicio del comedor escolar.
La directora del establecimiento, Andrea Maltaneres, explicó que los delincuentes se llevaron los cables de bajada de luz, lo que afectó por completo el funcionamiento de la institución. “Nos dejan a oscuras, sin cámaras, sin internet, sin agua porque las bombas dependen de la electricidad. Hoy no podemos brindar el servicio del comedor, que prepara 350 raciones diarias para los chicos”, detalló.
Los hechos comenzaron el viernes previo a las elecciones, cuando se produjo el primer robo. Pese a los daños, el personal docente y las familias colaboraron de inmediato para reponer lo sustraído y poder continuar las clases. Sin embargo, los ataques se repitieron el sábado, el lunes siguiente y nuevamente el domingo a la madrugada, dejando a la escuela sin posibilidad de recuperación.
“Estamos cansados y angustiados. Hicimos un esfuerzo enorme con los pocos recursos que tenemos, con el aporte de la cooperadora y de las familias. Pero cada vez que arreglamos algo, vuelven a robarnos”, lamentó Maltaneres.
El perjuicio económico es considerable. Según la directora, el establecimiento debió gastar alrededor de un millón de pesos para reemplazar los cables y reparar los destrozos, un monto que el Ministerio de Educación prometió reintegrar mediante un Fondo de Asistencia para Necesidades Inmediatas (FANI). No obstante, los trámites administrativos llevan tiempo y, mientras tanto, la escuela debe solventar los gastos por su cuenta.
Los cables robados son de 16 milímetros, un tipo de material que no cubre la EPE, por lo que la institución debió adquirirlos con fondos propios. Además, los delincuentes provocaron daños adicionales al cortar las líneas eléctricas y, en un intento anterior, incluso robaron el medidor. “Esta vez lo dejamos soldado y no pudieron romperlo, pero seguimos sin garantías de seguridad”, señaló Maltaneres.
Ante la falta de respuestas, las autoridades escolares recurrieron a medidas desesperadas. “El sábado a la noche, para asegurar las elecciones, tuvimos que pagar una vigilancia privada que costó cien mil pesos. No podemos sostener eso cada fin de semana”, explicó.
La escuela, que comparte espacio con una parroquia también afectada por los robos, funciona en un barrio atravesado por la violencia, pero se mantiene como un refugio de trabajo y valores. “Es una escuela humilde, pero con un equipo docente excelente. Es un oasis dentro de un barrio difícil. Acá se enseña en paz, se trabaja con amor y se contiene a los chicos. Pero así, sin luz, sin agua y con miedo, se vuelve imposible hacer nuestra tarea”, expresó con preocupación la directora.
Mientras evalúan nuevas medidas para reforzar la seguridad, la comunidad educativa reclama mayor presencia policial y respuestas urgentes del Estado. “No pedimos lujos, solo poder trabajar tranquilos y cuidar a nuestros alumnos”, concluyó Maltaneres.


















								
				
				
			
