Miguel Ángel Russo, el último ídolo de Rosario Central, que a sus 69 años dejó este plano de la vida para pasar a la inmortalidad. A ese olimpo futbolero que se ganó a base de respeto, trabajo y logros deportivos. Podría hablar de lo mucho que hizo en Estudiantes, Lanús y Boca, pero sin dudas su amor más fuerte fue con la ciudad. Sus cinco etapas en el Canalla marcaron que siempre estuvo dispuesto a venir y a “dar un mano” cuando quizás no había muchos nombres que se pusieran la cara por la institución de Arroyito.
Con un bagaje lingüístico que se hizo meme por estos tiempos, pero con una filosofía de vida marcada por los viejos valores del fútbol, “Miguelo” construyó un estilo y una enseñanza de vida. “Trabajar, trabajar y trabajar” o “esto es día a día”, fueron algunos de los tantos mantras que el DT nunca se cansó de repetir en las incontables conferencias con el equipo auriazul.
Sus ciclos en Central fueron de 1997 a 1998, de 2002 a 2004, 2009, de 2012 a 2014 y de 2022 a 2024. Con una marca a fuego por sus victorias en los clásicos, con resultados por goleadas históricas hasta triunfos por la mínima diferencia, a Miguel siempre se lo recordará como el tipo que “nunca le dijo que no” al club. Sobre todo en sus últimas tres etapas, donde salvó al equipo en una promoción con Belgrano, luego regresó al equipo a primera en 2013 (tras tres temporadas en la B Nacional) y la frutilla del postre llegó con ese campeonato de la Copa de la Liga en 2023, logró que volvió a poner al club con un lauro en primera división.
En todos esos momentos, el DT canalla mantuvo una compostura intachable a la hora de declarar y no se dejó llevar por los lógicos cantos de sirena de una hinchada extasiada por un historial sumamente positivo ante su eterno rival.
“Un tipo guacho, que sabía de tus problemas y siempre buscaba ayudarte”, comentó Gonzalo Belloso, presidente de Central, en estas últimas horas. Es que Russo siempre se brindó para todos puertas adentro, donde las cámaras no llegaban, ayudando a dirigidos con problemas extrafutbolísticos o bien dando una mano a amigos o conocidos. “El Palomo” (como lo apodaban en su círculo íntimo) era de esas personas donde el tiempo en un café o un restaurante valía oro. Siempre invitaba él, me supieron contar quienes que lo conocieron de cerca.
Quizás para dimensionar su figura sirva repasar los cientos de mensajes de despedida de todos los clubes del mundo. A las dedicatorias del espectro del fútbol local, instituciones como Real Madrid o el Bayern se sumaron con un sentido mensaje a Miguel.
Miguel Ángel Russo fue “querido por muchos y respetado por todos”.
