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Se cumplen 10 años del asesinato del Pájaro Cantero: un hito en la historia narcocriminal de Rosario

El 26 de mayo de 2013, frente a un boliche de Villa Gobernador Gálvez, fue asesinado Claudio “Pájaro” Cantero, entonces líder de Los Monos.

La madrugada del domingo 26 de mayo de 2013 Claudio Ariel “Pájaro” Cantero era un hombre tan respetado y admirado como temido por distintos sectores del hampa. Tenía sólo 29 años y era el líder indiscutido de la banda de Los Monos. A las 5.30 de aquella madrugada llegó en su Peugeot RCZ gris descapotable hasta el boliche Infinity Night, en Villa Gobernador Gálvez. Estaba de caravana con tres de sus mejores amigos y pasados de copas. Dejaron el vehículo a unos 40 metros del ingreso al local bailable y con un vaso de whisky en las manos, Cantero se bajó del auto junto al “Tano” Mena . Uno al lado del otro se pusieron a orinar contra el portón de una fábrica vecina. En ese momento, una Ford EcoSport gris apareció en escena y desde adentro dispararon contra los muchachos. Las estampidas fueron lo último que escuchó el Pájaro en su vida. Una de las balas le perforó un pulmón y el corazón poniendo fin a su vida y también a una forma de administrar el negocio narco y la violencia. Entonces comenzó otra época, que una década después ha demostrado ser mucho peor.

“El Pájaro era un tipo cerebral, frío, estratégico. Un pibe que en un día aprendió a jugar al ajedrez y enseguida se hizo excelente jugador. Era el que hablaba con la policía y con los políticos. Con su muerte recién se supo quiénes eran el resto de los integrantes de la banda. El Pájaro era la cabeza pensante; «Guille» (su hermano hoy condenado a más de 82 años de cárcel) un sanguinario impulsivo; y «Monchi» Machuca (el hermanastro también preso y cumpliendo una pena de 37 años) un gerenciador de soldaditos. El cerebro era Claudio. Por eso, quien orquestó su asesinato sabía que para Los Monos iba a ser un golpe letal. Y así fue. Quienes lo siguieron se enfrascaron en una guerra que los mandó a todos a la cárcel con duras condenas. El que organizó todo eso se quedó con el negocio de la droga o directamente le salió mal la jugada. Porque en lugar de sacar a Los Monos del juego, los multiplicó en varias bandas”. Así lo semblanteó un investigador judicial que participó de pesquisas sobre el grupo surgido en el barrio 17 de Agosto de la zona sur.

Diez años después, el crimen aún impune del Pájaro sólo se comprende en el marco de ganadores y perdedores ya que sacudió los cimientos del hampa y salpicó con sangre las calles de la ciudad haciendo estallar las estadísticas criminales y atomizando los negocios narcocriminales. Un asesinato que modificó el orden establecido dentro del hampa y la relación de éste con la policía que debía controlarlo. Un homicidio que en lugar de acotar el número de transeros los multiplicó. Un hecho que puso entre la espada y la pared a una clase política que intentó gambetear un problema que le explotó en las manos. Un asesinato que fue, quizás, el crimen que no debió ser.

Un asesinato que fue, quizás, el crimen que no debió ser.

Violencia callejera
Ocho meses antes del crimen del Pájaro hubo otro asesinato feroz. El 8 de septiembre de 2012 fue acribillado Martín “Fantasma” Paz cuando estaba a bordo de una flamante cupé BMW con su pareja y su hija en el semáforo de Entre Ríos y 27 de Febrero. Por entonces Cantero estaba en pareja con la hermana de Paz. Ese crimen, al igual que el de Cantero, tampoco fue esclarecido hasta hoy. ¿Casualidad? Lo cierto es que marcaron los mojones que hicieron estallar por los aires el orden establecido y condujeron al actual pandemónium. Un viaje a lo largo de una autopista de muertes construida con 2.263 homicidios desde aquel 26 de mayo hasta la mañana del último martes.

La narrativa gubernamental y los operativos mediáticos convirtieron a Los Monos en sinónimo del crimen organizado y referencia obligada del delito en la región. Si bien en 2013 no eran muchas las bandas que controlaban territorios en el marco de la criminalidad, había otras marcas que actuaban a la sombra y no eran tan renombradas en los medios: Esteban Lindor Alvarado, quien hoy cumple condena a perpetua, actuaba en sociedad con Luis Medina, acribillado a balazos junto a su novia Justina Pérez Castelli el 29 de diciembre de 2013. Delfín Zacarías mandaba en la zona del Cordón Industrial y hoy está preso y condenado. Los hermanos Vázquez manejaban Tablada y hoy parecen retirados del negocio. Los descendientes de Arturo Carau Quevedo, asesinado en noviembre de 2012; y Roberto del Valle Padilla Echagüe, conocido como El tuerto Boli y asesinado un mes más tarde, eran algunos de los que jugaban fuerte en el negocio además de los líderes de las barras bravas de Newell’s Old Boys y Rosario Central.

Por aquellos días el lugar común para la venta de drogas eran los búnkers o puntos fijos fortificados al cuidado de soldaditos armados. Tras el desembarco del entonces ministro de Seguridad de la Nación Sergio Berni y una dotación de 3 mil gendarmes en abril de 2014 con la idea de saturar la ciudad y poner fin a la saga de homicidios que no paraba de crecer, el negocio se trasladó a las esquinas o el delivery. Y así la cantidad de vendedores se multiplicó con las segundas o terceras líneas de las grandes marcas (Los Monos y Esteban Alvarado) convertidos en cuentapropistas. Además aparecieron en los mapas de calor del narcotráfico los puertos públicos y privados de la región como lugares por los cuales salía la droga fronteras afuera.

El lugar común a ambos sistemas fue la protección de una parte de la policía provincial y de las fuerzas federales y un sistema judicial que aún hoy investiga en carreta cuando los narcos van en autos de alta gama.

La investigación

La investigación sobre el homicidio del Pájaro y la saga criminal de venganza que se cobró varias vidas en los días posteriores estuvo en manos de dos brigadas policiales. Una nació a partir de lo dispuesto por la Fiscalía de Cámaras de Rosario con el impulso del camarista Guillermo Camporini y estuvo a cargo del comisario inspector Marcelo Marcos, por aquellos días subjefe de la Agrupación de Orden Público de la UR II. La otra, la Brigada Operativa de la División Judicial (BOJ) de la Regional II, estaba a cargo del comisario inspector Cristian Romero y un séquito de uniformados de dudoso proceder que respondían al juez de Instrucción Juan Carlos Vienna y actuó hasta el 9 de abril de 2014, cuando fue disuelta en medio del mencionado desembarco del entonces ministro Berni.

De las usinas policiales surgieron dos ramas investigativas. La primera fue que en medio de una pelea de bandas el autor del crimen del Pájaro había sido Milton César, un hampón de barrio Tablada enemistado con Ariel Máximo “Guille” Cantero. Eso llevó a que dos días después del asesinato del Pájaro, en una emboscada que tuvo lugar en Francia y Acevedo, mataran a la madre, un hermano y un amigo de César. También fue asesinado Diego “Tarta” Demarre, el dueño del boliche frente al cual se cometió el crimen del líder de Los Monos y a quien siguieron hasta su casa después de que declarara en los Tribunales provinciales. Y cuando los sicarios supieron que con César se habían equivocado, los cañones apuntaron a Milton Damario, otro peso pesado que tenía su base en los monoblocks de Lola Mora e Hipócrates, en la zona sur de la ciudad y estaba ligado a Luis “Pollo” Bassi y Facundo “Macaco” Muñoz, ambos de Villa Gobernador Gálvez. Todos ellos, dijeron los pesquisas, habrían actuado bajo la instigación de Luis Paz, un mánager de boxeo, transportista y padre del asesinado Fantasma. 

La primera etapa de la investigación estuvo en manos del fiscal Enrique Paz. Cuando en 2014 el juez de Instrucción Juan Andrés Donnola resolvió procesar a Luis “Pollo” Bassi, Facundo “Macaco” Muñoz, Milton Damario y Osvaldo “Popito” Zalazar entendió que el crimen del Pájaro se enmarcaba dentro de una lucha entre bandas: una liderada por el clan Cantero, que ostentaba el poder y acaparaba el negocio del narcotráfico; y otra, con Bassi a la cabeza, que pretendía ocuparle los territorios para imponer la franquicia de gente para la cual él trabajaba. Meses antes del comienzo del juicio se sumó a la acusación la fiscal Cristina Herrera y Bassi, Muñoz y Damario se sentaron en el banquillo acusados del homicidio mientras a Zalazar le achacaron la tenencia y acopio de las armas usadas en el hecho.

El segundo día del juicio el comisario Marcelo Marcos admitió: “No hicimos una investigación fina”. Un día después habló el subcomisario Luis Quevertoque, de la Brigada de Judiciales que reportaba al juez de Instrucción Juan Carlos Vienna y sobre quien el tiempo demostraría que tenía una doble vida. A tal punto que en septiembre de 2020 fue condenado a 3 años de prisión efectiva como integrante de las huestes de Esteban Alvarado, el archirrival de Los Monos y la familia Cantero en el mundo de la narcocriminalidad. Y quien a la postre se vio beneficiado en esta última década por la muerte del Pájaro y la persecución político, mediática y policial a Los Monos.

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