Un reciente estudio alerta que la pobreza laboral es hoy una realidad persistente en Argentina: más del 21 % de las personas empleadas —lo que equivale a aproximadamente 4,5 millones de trabajadores— no alcanza los ingresos necesarios para cubrir la canasta básica.
El informe, elaborado por un centro privado de análisis, vincula este fenómeno al deterioro del mercado laboral: salarios que pierden valor por inflación, alta informalidad, baja productividad y empleos que no permiten estabilizarse económicamente.
Entre los trabajadores autónomos sin registro formal, la tasa de pobreza alcanza el 40,5 %, mientras que entre asalariados informales ronda el 37,5 %. En contraste, aquellos con empleo formal muestran una incidencia considerablemente menor, aunque no inexistente.
La conclusión es contundente: tener un trabajo ya no garantiza salir de la pobreza. Las condiciones del empleo —registro, estabilidad, ingreso real— han cobrado tanto valor como el acceso laboral mismo.
El análisis resume que este escenario representa una crisis estructural: el sistema productivo genera empleo, pero no suficientes ingresos para cubrir las necesidades básicas de una familia tipo. Esto golpea con particular fuerza a los sectores de jóvenes, hogares con un solo sostén y regiones con mercados menos desarrollados.
Pese a la mejora en algunos indicadores oficiales de pobreza general, el dato laboral revela que la evolución económica no se traslada de manera uniforme. Hasta ahora, la política pública no logró revertir la creciente brecha entre empleo e ingresos útiles para mantenerse en el nivel de vida.
Según los autores del estudio, la reacción debería incluir mejoras en la calidad del empleo, actualización salarial acorde a inflación, formalización de los puestos informales y políticas que fortalezcan la productividad. De no hacerlo, advierten, la pobreza entre quienes trabajan se mantendrá como uno de los desafíos más graves de la economía argentina.