Un relevamiento reciente reveló que alrededor de 120.000 habitantes de Santa Fe se encuentran activamente buscando una segunda fuente de ingresos para cubrir gastos básicos. La realidad económica, marcada por alta inflación y salarios que no acompañan, empuja a muchos hogares a sumar jornadas o empleo informal.
Quienes ya tienen empleo formal consideran asumir turnos extras, trabajos nocturnos o tareas de fin de semana para mejorar su ingreso. Muchos otros apelan a actividades por fuera del circuito laboral formal: repartos, microemprendimientos, comercio informal o servicios particulares en el barrio.
Varios trabajadores señalaron que el salario principal no alcanza para pagar alquiler, servicios, transporte y alimentación, por lo que cualquier aumento en los ingresos resulta imprescindible. Algunos mencionan que sus costos se disparan en un plazo inferior al ajuste de sus haberess.
La demanda de trabajo complementario también se concentra en sectores con menos barreras de ingreso, como el comercio, la construcción liviana, el delivery y servicios domésticos. Allí muchos consiguen sumar algunas horas para completar sus gastos mensuales.
Organismos sociales y oficinas de empleo provinciales están recibiendo consultas imposibles de cubrir. Las economías familiares deben reconfigurarse para sobrevivir al mes a mes.
Analistas advierten que esta tendencia es síntoma de un mercado laboral debilitado, con baja capacidad de generación de empleo formal y pérdida del poder adquisitivo. También resaltan el riesgo de precarización, con jornadas largas, sin descanso adecuado ni protección social.
La situación pone en evidencia la presión que enfrentan amplios sectores de la sociedad ante un contexto financiero complejo. En ese escenario, el acceso al empleo complementario se convierte en una estrategia de supervivencia para miles de familias en Santa Fe.