Rafael Catalano, referente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Rosario, trazó un panorama complejo para el sector en medio de una coyuntura que golpea a buena parte de la producción provincial. Según explicó, los rubros más vinculados al consumo interno son los que atraviesan mayores dificultades debido a la retracción del mercado y la competencia de las importaciones, lo que genera un nivel de actividad inestable y sin perspectivas claras de recuperación a corto plazo.
Catalano señaló que la situación no es uniforme y que algunas ramas logran sortear mejor la crisis. Entre ellas destacó a las industrias ligadas a la explotación de gas y petróleo, que por la demanda del sector energético han logrado mantener niveles aceptables de producción y empleo. Sin embargo, remarcó que se trata de una excepción dentro de un escenario general marcado por la incertidumbre.
En cuanto a la comparación con 2024, sostuvo que existe una leve recuperación en la actividad. “El año pasado fue muy malo, con una caída abrupta. Este año los números muestran una mejora de uno o dos puntos en los últimos tres meses”, precisó. De todos modos, aclaró que ese repunte no alcanza para revertir el principal problema que enfrenta el entramado industrial: la pérdida de puestos de trabajo.
El dirigente explicó que, pese a cierta reactivación en la producción, el empleo industrial metalúrgico continúa en descenso. “Estamos viendo un goteo permanente, de a poquito se va desmembrando el tejido productivo”, advirtió. La preocupación es mayor porque el fenómeno se repite en toda la provincia de Santa Fe y no solo en el rubro metalúrgico.
De acuerdo con los datos relevados por la Federación Industrial de Santa Fe (FISFE), en el último período se registró una reducción de aproximadamente 5.000 puestos de trabajo en la industria provincial. No se trata únicamente de despidos, sino también de finalización de contratos, jubilaciones o acuerdos de salida, que en conjunto reflejan una tendencia a la baja en la ocupación.
Catalano consideró que este proceso erosiona lentamente la capacidad productiva de la región y genera un impacto social que debe ser atendido con urgencia. “Hay que mirar con atención el empleo, porque más allá de la mejora puntual en la actividad, si seguimos perdiendo trabajadores vamos a tener un daño estructural difícil de revertir”, concluyó.