Un siniestro fatal como el que ocurrió este martes por la noche en Rosario nos tiene que llevar primero a la reflexión y luego a la acción. Sin lugar a dudas hay una parte de la sociedad que no comprende lo peligroso que es un vehículo de cualquier tipo a una velocidad mayor de 60 kilómetros por hora en medio de la ciudad.
Hay que cortar la relación que implica un auto en la ciudad con los autos de carrera que compiten en automovilismo. El auto es un medio de transporte, igual que la moto, la camioneta, el camión y estos en la ciudad, deben servir para trasladarse de un punto a otro.
¿Quién no se cruzó alguna vez alguna moto andando en una rueda? ¿Quién no escuchó a un auto en un semáforo acelerando repetidas veces invitando a correr al de al lado? ¿Quién no escuchó el rechinar de las ruedas de un auto que arranca acelerando rápidamente en pleno arranque?
Lamentablemente estas cosas son normales, y en muchos casos naturalizadas e incluso celebradas. Nos falta unir los puntos entre ese tipo de actitudes adentro de un auto con una persona volando por el aire y siendo asesinada por un choque “por ponerse picante al volante”.

Estas cosas siguen pasando porque no logramos tomar conciencia de que arriba de un vehículo somos peligrosos para nosotros y para quienes están afuera si superamos los límites de velocidad en zonas urbanas. Este juego de guapeza, sigue juntando víctimas porque no logramos como sociedad inculcar desde muy chicos que el auto, la moto, la camioneta, el camión es un medio de transporte para ir de un lado a otro y que las carreras son otra cosa.
- – Marzo de 1997 Sebastian Pira de 21 años se llevó por delante a María Celeste Haiek y Daniela Caruso a 130 kilómetros por hora en Oroño y Salta.
– Mayo de 2005 Matìas Capozucca chocó contra un árbol a 115 kilómetros por hora, asesinando a Nayib Abraham y Ursula Notz y dejando en coma hasta el día de hoy a Carla Alfaro
– Marzo de 2021 Avenida del Rosario y Ayacucho Germán Schoeller y Pablo Mancini corrían una picada a 120 kilómetros por hora y mataron a David Pizzorno y a su hijo Valentín de 8 años.
Estos son tres casos que particularmente siempre recuerdo a la hora de crimenes de personas inocentes por culpa de un auto que circulaba a gran velocidad, pero lamentablemente hay muchos casos más a los que ahora se les suma la tragedia de ayer.
Todos estos casos tienen algo en común, un vehículo que va a más de 100 kilómetros por hora en el medio de la ciudad, zonas urbanas en donde la velocidad debió ser de 60 para abajo según el caso. Inconciencia total al volante.
Además de Justicia, debemos pedir educación y también las barreras físicas como badenes, pretiles y lomas de burro, necesarias hasta que se tome conciencia real de que en la ciudad no se corre, sino que se transita y que los límites de velocidad existen para salvar vidas. El auto es un medio de transporte que aporta muchas soluciones a la vida, pero si a un auto le imprimimos velocidad, se convierte en un arma peligrosa.
Ahora que la tecnología puede detectar en modo radar la velocidad a la que pasamos por un punto y aplicar la multa correspondiente, o que los tótems detectan las patentes y las visualizan automáticamente, ¿no podemos agregar una alarma que se accione cada vez que un auto pase a más de 70 kilómetros por hora como para exponer a la vista de todos al conductor y al mismo tiempo poner en advertencia a quienes están alrededor?
Estamos a tiempo de bajar un cambio y modificar los hábitos al volante para dejar de lamentar víctimas inocentes por personas que decidieron acelerar más de la cuenta y convertirse en asesinos.
