Este lunes comenzó el escrutinio definitivo tras las elecciones nacionales en la provincia de Santa Fe, y los números arrojan un dato que llama la atención: la cantidad de votos nulos prácticamente duplicó la registrada para votos en blanco.
Con el 99,21 % de las mesas computadas, la participación se ubicó en 63,38 % —es decir, de los 2.829.362 electores habilitados, sólo 1.793.368 emitieron su voto— lo que revela una abstención que supera el 36 %.
Del total de votos válidos —alrededor del 95,15 %—, la franja de sufragios no emitidos hacia ninguna lista se incrementó, mientras que los votos en blanco quedaron en 2,23 % (unos 40.028 sufragios).
El ascenso de los votos nulos frente a los blancos expone una señal de desconexión entre el electorado y las opciones políticas disponibles, según analistas consultados.
El escenario plantea varias lecturas: por un lado, la baja participación y el elevado nivel de votos “sin destinatario” sugieren una apatía estructural o desencanto; por otro, ponen en evidencia fallas en la comunicación y articulación de los partidos con amplios sectores del electorado.
Para el oficialismo provincial, los resultados implican una advertencia: aunque las listas ganadoras lograron la mayoría de los sufragios válidos, la disputa futura será sobre cómo recuperar a los votantes que no participaron o optaron por una señal de voto sin contenido partidario.
En este contexto, el escrutinio final adquiere especial importancia no tanto por las tensiones numéricas entre las listas, sino por lo que las cifras del ausentismo, los blancos y los nulos revelan sobre la relación entre la sociedad y el sistema político en Santa Fe.



















