El clima entre las aerolíneas que operan en el Aeropuerto Internacional de Rosario (AIR) es de creciente malestar. La causa: la incertidumbre total respecto a la fecha de cierre del aeropuerto para la anunciada renovación de su pista, que se encuentra en estado deplorable. La obra es necesaria e inevitable, pero la falta de comunicación oficial y coordinación genera caos operativo, frustración en las compañías aéreas y preocupación entre los pasajeros.
Desde hace meses se viene hablando del cierre del AIR para llevar adelante una reconstrucción integral de la pista, que según fuentes del sector se extendería por unos 100 días. El cálculo indica que, si se inicia en septiembre, el aeropuerto recién volvería a operar hacia mediados de diciembre. En su momento, se mencionaba que el cierre arrancaría en agosto, pero ahora se habla de la primera quincena de septiembre, apuntando a un conflicto entre las constructoras que ejecutarían la obra. Sin embargo, hasta el momento no hay ninguna confirmación oficial por parte de las autoridades del aeropuerto, ni de los organismos provinciales ni nacionales.
El silencio no hace más que agravar la situación. En el entorno aeronáutico advierten que esta falta de previsibilidad complica la programación de vuelos, la venta de pasajes y los planes de expansión de varias aerolíneas. LATAM y COPA, por ejemplo, tienen en carpeta el aumento de frecuencias: la panameña planea sumar un segundo vuelo diario a Panamá —es decir, 14 vuelos semanales— y LATAM prevé incrementar las frecuencias a Lima. Incluso se habla del regreso de la conexión Rosario–San Pablo para enero, lo cual sería un hito tras años sin esa ruta. Pero todas estas decisiones están “en pausa” por culpa de la “bendita pista”.
La realidad es que la pista actual no da para más. Tan deteriorada está que ni siquiera pudo servir como alternativa a Ezeiza durante los recientes episodios de niebla, lo que evidencia su falta de operatividad. La situación pone sobre la mesa un viejo problema: la falta de articulación entre Nación y Provincia, una constante que parece repetirse sin importar quién esté en el poder.
En paralelo, las aerolíneas se preguntan qué sucederá con los vuelos durante el cierre. ¿Serán derivados a Sauce Viejo, en Santa Fe? ¿Se trasladarán a Córdoba o directamente a Ezeiza? Nadie lo sabe. Y los pasajeros, menos.
Según Sir Chandler, especialista en viajes y portal especializado en el sector, entre los operadores también crecería la crítica hacia el manejo político del aeropuerto. Desde hace años, el AIR es señalado como refugio de nombramientos políticos sin experiencia técnica.
La única certeza es que la pista necesita obras urgentes. Pero la desorganización, la falta de transparencia y el silencio oficial generan una tormenta perfecta. A pocas semanas del supuesto cierre, ni las aerolíneas ni los pasajeros saben qué esperar.
